Tratemos de entender a Catherine Deneuve

La noche del 7 de Enero de 2018 se tiñó de negro haciendo gala del archiconocido hashtag Me too. Todas las mujeres de Hollywood y hombres vestidos de negro tenían como fin denunciar los acosos sexuales. El problema viene cuando una reunión para celebrar la cultura cinematográfica como es la noche de los globos de oro, se convierte en una reunión de feminismo de forma deliberada.    Reddite ergo Caesari quae sunt Caesaris, et quae sunt Dei Deo. Días después cien mujeres francesas, de distintas edades comprendidas, entre las que se encontraba Catherine Deneuve firmaron un manifiesto contra el puritanismo que invade nuestros días de manera sigilosa. 

Ahora mismo este manifiesto se ha convertido en el escándalo del mes y casi del año, ya que a penas llevamos 12 días de éste. Y las redes sociales se han convertido en el patio de recreo de estas dos grandes “tribus” las del me too y la del manifiesto publicado en el diario francés Le monde. ¿Por qué todo este escándalo? me pregunto yo desde mi silencioso piso de Madrid. 


El feminismo se entiende como la lucha de una sociedad por la igualdad de la mujer. De hecho, los géneros son construcciones estereotipadas hechas por una sociedad- compuesta por todo ser que la habite, por ende la lucha no es posible si no es con todos, incluyéndonos a todos: hombres, mujeres, niños, niñas, trans…etc. Sin embargo la nueva ola de feminismo que ha cobrado su auge más alto desde que Trump está en el poder y más aún desde el caso Weinstein no parece defender esto mismo que acabo de exponer. 
El movimiento me too se opone a cosas tan cotidianas que rozan lo absurdo— fruto de un odio radical hacia los hombres que es precisamente lo que el manifiesto de las mujeres galas ha tachado de puritanismo. El hecho de no poder decir a una mujer lo guapa que está o no poder ser amable y abrir la puerta resulta a veces retorcido y sin sentido. Sin embargo el manifiesto de la Deneuve y las otras mujeres se oponen, igual que todas las mujeres del mundo, a la violación y esto último es un trabajo común de todos los que componemos la sociedad, no sólo de España, sino del mundo. 

Hay que hacer la revolución, como dijo Marx en su día, pero de nuevo, esto es un trabajo colectivo en el que nadie queda excluido y tomar posiciones tan puritanas como la del me too, no va a facilitar el proceso. La libertad sexual de la mujer es también algo imprescindible. Cosa que estos últimos días se ha criticado mucho en la prensa gala y extranjera. La escritora ganadora del premio Goncourt 2016, Leïla Slimani, publicaba hoy en Libération una columna en la que se enfrentaba a las 100 mujeres francesas y se unía al me too. Justificaba su respuesta de muchas maneras, pero una que me ha llamado la atención decía que le gustaría poder tumbarse en la hierba desnuda. La libertad sexual no se vence con miedo sino con acciones como siempre lo ha hecho Deneuve. Este hecho, el disfrutar de su libertad sexual ha sido tremendamente criticado no solo por medios galos sino también por prensa británica. El Guardian, periódico que destaca por su rica sección cultural, la presentaba (a Catherine Deneuve ) como la actriz que hacía de prostituta en la película de Buñuel Belle de Jour. ¡Disparates como estos son los que hay que erradicar!


La revolución, sea como sea, en este caso parece ser una revolución puritana no tiene nada de legítimo, se resume en odio y ambiente hostil. Las peores atrocidades de la historia se han hecho para favorecer a unos pocos. No es el momento de enfrentarnos, sino de reconciliarnos y construir juntos el antídoto contra la desigualdad; denunciando los abusos pero sin exterminar al contrario, acudiendo a la virtud del termino medio para luchar así contra la injusticia. 

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